Los muertos indóciles de Cristina Rivera Garza
Joanna Jablonska Bayro |Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO)
Rivera Garza, Cristina. 2013. Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación. México: Tusquets Editores. 300 páginas.

¿Cuáles son los retos estéticos, éticos y políticos de la escritura en un medio donde la precariedad y la muerte se han convertido para muchos en realidad cotidiana? ¿Es posible enfrentar desde la literatura las lógicas del poder depredador del neoliberalismo que se revela, con una claridad cada vez mayor, como un necropoder? ¿Cómo producir escrituras de resistencia ante las estrategias de necropolítica que desubjetivizan el sujeto convirtiendo su lenguaje en mercancía? Estas preguntas atraviesan y articulan los textos recopilados en el nuevo libro de Cristina Rivera Garza que, aunque dedicados a temas diversos, abogan reiteradamente por una nueva conceptualización de la producción textual: en contra de la concepción romántica de autoría que coloca la escritura dentro del dominio de lo propio y, por lo tanto, dentro de las lógicas del capital; a favor de lo que la autora propone denominar poéticas de desapropiación. Éstas serían procesos de escritura dialógicos en los que la autoría, entendida como productora de sentido, se va desplazando desde la unicidad y la autenticidad del autor hacia el proceso de escribir como experiencia de otredad y de comunalidad.
Las necroescrituras, como las propone llamar Rivera Garza, aluden a través de una polisemia sutil, tanto a la muerte del autor, anunciada por Barthes y Foucault hace ya varias décadas, como a las prácticas literarias contemporáneas que desafían los dictados de originalidad (y con ellos las lógicas de lo propio) “exhumando,” reciclando, copiando y recontextualizando textos ya existentes—prácticas que se ven potenciadas adicionalmente por las posibilidades que ofrecen las máquinas digitales. El nombre necroescrituras alude, finalmente, al contexto histórico en el que emergen estas producciones textuales: un mundo en mortandad horrísona (por usar una expresión de la autora), dominado por políticas de la muerte y la lógica de la ganancia extrema.
En los textos recopilados—muchos de ellos concebidos previamente para la columna cultural “La mano oblicua” del periódico mexicano Milenio—la autora se acerca a la poética emergente de la desapropiación desde diversos ángulos. Rivera Garza analiza la prosa del escritor experimental estadounidense David Markson en cuyas últimas novelas el personaje llamado Autor muere repetidamente y reflexiona sobre las paradojas de la autobiografía, que, lejos de ser un relato narcisista del yo unitario y hermético, puede ser también un testimonio de la radical opacidad del yo para consigo mismo. “Una autobiografía, en este sentido,” comenta la autora “tendría que ser siempre una biografía del otro tal como aparece, en modo enigmático, en mí.” (Rivera Garza 2013,64). También, dedica un capítulo a lo que, siguiendo a Marjorie Perloff, denomina estética citacionista y que se manifiesta a través del reciclaje, la copia, la recontextualización, el dialogismo inter y transtextual, técnicas que suponen una relación dinámica y colectiva del autor con el lenguaje en uso constante. La común (y frecuentemente difamada) técnica copy-paste se convierte para la autora en un fenómeno ilustrativo de la nueva concepción del quehacer del escritor, ya no un creador original e inspirado, sino un reciclador y un recreador que “cura las frases que habrá de injertar, extirpar, citar, transcribir.” (Rivera Garza 2013,93).
La búsqueda de las posibilidades contestatarias de las producciones textuales contemporáneas lleva a la autora a criticar la novela histórica como un género narrativo conservador que, al no cuestionar su propia historicidad, confirma el estado de las cosas. La escritora elogia, por lo contrario, la capacidad subversiva de la escritura documental, tanto en prosa como en verso, presentándola como un género que no teme aceptar y problematizar la autoría ajena del archivo, logrando así producir textos híbridos, plurales y marcados por subjetividades múltiples. Esta concepción de la autoría como una necesaria experiencia de otredad inspira a la autora a dedicar algunas reflexiones sutiles y perspicaces a su propia condición de migrante de la lengua,—Cristina Rivera Garza escribe y trabaja tanto en español como en inglés—a su relación “polígama” con los lugares, a la paradójica libertad que le confiere el escribir y hablar en el segundo idioma, y a las sorprendentes intimidades lingüísticas que se basan no en la familiaridad sino en la extrañeza.
La autora dedica, también, un capítulo al fenómeno del Twitter interpretándolo como un laboratorio de escrituras contemporáneas. El tuit, con su lenguaje frecuentemente lúdico, representa para ella una forma de escritura colectiva que, a través de yuxtaposiciones continuas, pone en crisis figuras de narrativa tradicional. Como escritura en tiempo real el tuit crea el tiempo-ahora en oposición al tiempo homogéneo de la ideología dominante. “Alterproducido y alterdirigido, el tuit va de afuera hacia afuera,” (Rivera Garza 2013,180) necesita del otro para existir.
Uno de los últimos capítulos del libro es dedicado, finalmente, a lo que Rivera Garza propone designar como comunalidades de escritura (idea inspirada en el concepto mixe de comunalidad), con el taller literario como su escenario más paradigmático. Las prácticas comunales propiciadas por este tipo de espacios prometen, según la autora, no solamente la posibilidad de producir escrituras que rompan radicalmente con el dominio de lo propio, sino de producir así formas de estar en común contrarias a las maneras en las que opera la violencia.
A lo largo de todo el texto la autora no deja de subrayar que el elogio de las poéticas de desapropiación, lejos de ser solamente una apuesta estética, es primordialmente una apuesta ética y política. Al trastocar el dominio de lo propio, al abrirse programáticamente a la otredad, al valorar la vulnerabilidad resultante de esta apertura como la más radical de las condiciones verdaderamente humanas, la poética de desapropiación promete subvertir las lógicas más profundas del necropoder dominante. Rivera Garza se coloca con esta propuesta entre varios pensadores contemporáneos quienes buscan desestabilizar la concepción del sujeto individual, hermético, autocontenido—un elemento clave de las dinámicas de lo propio que, en última instancia, son las mismas del necropoder dominante—para buscar maneras de estar en común capaces de “desarticular la gramática del poder depredador del neoliberalismo exacerbado.” (Rivera Garza 2013,19). Este pensamiento nos da la esperanza de que no todo es una fatalidad sin salida. Sin embargo, ¿podrán las escrituras, aunque armadas con máquinas digitales, luchar exitosamente contra las máquinas de guerra del necropoder?