Prismas de la memoria: narración y trauma en la transición chilena por Michael J. Lazzara
Judith Sierra-Rivera | Universidad de Pennsylvania
Lazzara, Michael J. Prismas de la memoria: narración y trauma en la transición chilena. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2007. 256 páginas, $34.00 papel.

La memoria es dinámica, selectiva, relacional y diversa en su configuración narrativa. Son estos los puntos conceptuales que orientan el análisis de Michael J. Lazzara sobre una serie de registros de la memoria de la experiencia dictatorial en Chile (1973-1988) que surgen durante el periodo de la transición a la democracia (1990-presente). Publicado originalmente en inglés, [Chile in Transition: The Poetics and Politics of Memory (2006)], la selección de la frase “prismas de la memoria” para la edición en español privilegia una metáfora para dar cuenta de esta investigación sobre las relaciones complejas entre experiencia, memoria, subjetividad y narración.
Organizado en cuatro capítulos, Prismas de la memoria construye un archivo amplio y variado en cuanto a formas estéticas, objetivos políticos y efectos éticos. A partir de estos ejes, Lazzara interpreta la novela El padre mío de Diamela Eltit como “prisma de la locura”; el testimonio El infierno de Luz Arce como “prisma de la reconciliación”; el documental Fernando ha vuelto de Silvio Caiozzi, el memorial El Muro de la memoria de Claudio Pérez y Rodrigo Gómez, el ciclo de poesía “La desaparecida” de Marjorie Agosín y la novela Una casa vacía de Carlos Cerda como un conjunto dentro del “prisma del desaparecido”; el proyecto arquitectónico del Parque por la Paz de Villa Grimaldi como “prisma del sobreviviente” a través del recorrido de Alejandro Matta; y en relación con el antes mencionado, la novela El Palacio de la Risa de Germán Marín como “prisma del retornado del exilio” (63-64). Este conjunto le permite a Lazzara indagar sobre las “zonas convulsivas” (tomando el término de Steve Stern) y las “zonas grises” (aludiendo a Primo Levi) de la escritura del relato de la memoria; es decir, sobre cómo esta escritura se dificulta ante experiencias límites y deshumanizadoras que implicaron tácticas de sobrevivencia inasimilables para el “yo” que testimonia y el “otro” que escucha (20). Tal selección de conceptos, por cierto, es sólo un ejemplo de cómo Lazzara nos lleva a través de un estudio crítico sobre las obras centradas en el contexto chileno (Stern, Nelly Richard, Tomás Moulian) así como las obras avocadas al contexto argentino (Ricardo Piglia) y al europeo después del holacausto (Levi y Giorgio Agamben).
Especial atención me ha merecido su capítulo sobre El infierno, donde Lazzara sabe cómo detenerse en los intersticios más retadores del texto. Para ello, examina cómo el discurso controvertido de conversión y reconciliación le ofrece a la testigo el poder para decir “yo” y para reflejarse en el discurso nacional-oficial de la reconciliación nacional. Es desde este análisis que Lazzara abre el debate político a partir de una pregunta: “¿es posible que haya perdón sin justicia?” (159). A esto, yo añadiría: ¿Cuál es la relación entre memoria y justicia? ¿Es posible convertir a la memoria en el lugar de la justicia? ¿Qué ocurre con los relatos de la memoria (su construcción y entrada en el debate) cuando se carece de la garantía de justicia?
Estas preguntas me acompañaron a lo largo de la lectura de Prismas de la memoria, sobre todo cuando el texto incursiona en la arena del debate político dentro del espacio público chileno. Para Lazzara, la diversidad y complejidad de los “prismas” nos demuestra que “el debate sobre la memoria no trata realmente de si está a favor o en contra de Pinochet, sino de los distintos modos discursivos con que se construyen las memorias, así como de los contextos en que dichos discursos se difunden y reciben” (22). Sin embargo, esta aseveración se encuentra con un desafío ante las tensiones que han existido entre las prácticas de memoria y las de la justicia legal. ¿Cómo evitar, siguiendo el análisis de Lazzara, caer en un relativismo donde todo dependiera del cristal con el que se mire?
Lejos de esa posición relativista en el terreno político y legal, Lazzara nos hace un recordatorio fundamental a lo largo de su libro: la memoria, si bien está relacionada con el proceso del testimonio para abrir el espacio público al debate, no puede equivaler a la acción legal de la justicia. El valor de los actos testimoniales radica, más bien, en ser “un punto de arranque para realizar actos de revisionismo histórico ... [en ser una invitación] al diálogo y al debate, a la complementariedad y a la refutación” (240-241).