San Antón para la TV: Performance de género del folclor puertorriqueño negro

Resumen:
Investigadores han argumentado que la noción de mestizaje a menudo se utiliza para excluir, blanquear o restarle importancia a la herencia Africana, sobre todo, al momento de articular diversos discursos sobre la nación en América Latina y el Caribe. Este artículo sobre Puerto Rico examina cómo dicha exclusión de lo negro opera, no solamente a base de ausencias y silencios, sino también a base de presencias celebradas que son consideradas parte del folclor nacional puertorriqueño. La jerarquía racial implícita en esa “folclorización de la negritud” tiene, a su vez, dimensiones de género que son particularmente insidiosas en la representación del cuerpo de la mujer negra. A manera de ejemplo etnográfico, la autora documenta cómo estereotipos de “la negra” y “el negro” puertorriqueño se reproducen en la filmación de un especial musical para televisión realizado en el barrio de San Antón en Ponce.

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mural de San Sebastian

Isabelo Zenón Cruz, en su estudio pionero sobre el racismo en la literatura puertorriqueña, apuntaba sobre la sistemática marginación del hombre negro en la representación de la puertorriqueñidad (Zenón Cruz 1975). Ese extrañamiento continúa también para la mujer puertorriqueña negra. Así lo han manifestado autoras como Marie Ramos, Mariluz Franco, Mayra Santos, Doris Quiñones, Idsa Alegría, Palmira Ríos entre otras escritoras (Franco Ortiz y Quiñones 1993; Quiñónez 1999; Ramos Rosado 1999; Santos Febres 1995, Alegría y Ríos 2005). Mi intervención se nutre de estas críticas y propone lo siguiente: Primero, que la exclusión de la mujer y del hombre negro de la puertorriqueñidad opera no solamente a base de ausencias y silencios, sino también a base de presencias celebradas como parte de nuestro folclor nacional. Y segundo, que el racismo implícito en esta “la folclorización de la negritud” tiene efectos particularmente insidiosos sobre la representación del cuerpo de la mujer negra.

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Vejigantes

A manera de ejemplo etnográfico, recuento una filmación de televisión en el barrio de San Antón en Ponce. Allí, en diciembre de 1995, llegó el equipo del Canal 2 para filmar un especial navideño con el grupo musical Plena Libre y el conocido cantante puertorriqueño Danny Rivera. Técnicos y artistas llegaron sorpresivamente y se establecieron en la entrada del barrio, sin aviso ni permisos. Según el director, escogieron San Antón por ser cuna de la bomba y la plena.

Según la filmación fue progresando, los residentes del barrio se acercaron y el director invitó a algunos a participar. Los primeros en integrarse fueron dos niños a quienes les pidieron que hicieran un paso de lado a lado. A uno le pusieron una gran máscara de vejigante, lo cual no contribuyó mucho a sus esfuerzos de coordinación. El director, luego, le pidió a dos hombres de la comunidad que se pararan al frente del Zarabanda Club, una de las barras más conocidas del barrio. Otros también participaron tocando las congas en la entrada del local amarillo. Silvia, una mujer de aproximadamente 50 años, comenzó a bailar. Sus vecinos le decían que se saliera de escena, pero Danny Rivera dijo: “No, no la saquen. Yo voy a bailar con ella al final.”

Le pregunté a un hombre del equipo de TV si habían solicitado permiso para filmar en el barrio. Le dijeron a la policía, pero no a los residentes para evitar que llegara mucha gente “para que salga mejor tú sabes, más natural” – me dijo. Antonia, una residente del barrio, criticaba este tipo de visitas desprevenidas a San Antón. Se quejaba de fotógrafos, investigadores, y reporteros que, en su afán por documentar el barrio de la plena, se olvidaban de darle tiempo a los residentes para prepararse y vestirse apropiadamente. Ellos, en cambio, “siempre llegan bien puestos con su maquillaje y ropa fina”, según Antonia.

Pensé en Silvia quien ahora esperaba para poder bailar con Danny Rivera, con sus pantalones cortos y manchados y con su pelo en mechones que no llegaban a ser parte de su moño. Le sugería a Maria Judith Banch Cabrera que tal vez Silvia podría usar alguna de las faldas que ella guardaba en el barrio para la comparsas de las Fiestas de Bomba y Plena. Cabrera trajo la falda larga de vuelo ancho y también un turbante color chinita. Con esto, Silvia parecía la negrita típica de las novelas, la de Tanairí, la mamainés del café Yaucono, la de “¿Y tu abuela dónde está?” Lucía tan típica que no se parecía ni a ella misma. Al verla, una joven del barrio, le dijo a sus vecinas entre carcajadas— “Mira ahí está Silvia , leyendo el futuro.”

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Sarabanda Club

Los términos estéticos y temáticos de esta producción coinciden con lo que el historiador Juan Giusti ha llamado “cultura negroide.” Giusti utiliza el término para describir la primera época de expresión artística pública sobre lo afro-boricua en el siglo 20, un estilo literario que comparte características con el movimiento de negritud en el Caribe francés así como con el afro-cubanismo de los 20 y los 30. Según Giusti los rasgos principales de este tipo de expresión literaria en Puerto Rico incluyen sensualidad y el uso intenso de los sentidos, lo cual corresponde directamente a un menosprecio de lo racional, combinado con la atracción hacia lo primitivo, lo festivo (la bachata). Este tipo de expresión, también se caracteriza por una idealización del paisaje costero y del estilo de vida rústico de los negros de la costa (Giusti Cordero 1996).

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músicos de Plena

Estos significantes de la cultura negroide y la representación de la persona negra como primitiva, hiper-sexualizada, no racional y casi animal, se presentan con particular fuerza a través del cuerpo de la mujer negra. Es a la mujer a quien se le considera depositaria por excelencia de folclor negroide. No es pura coincidencia que el poema más conocido dentro de esta vertiente – Majestad Negra de Luis Palés Matos -- celebra el remeneo de una mujer negra caminando por la “encendida calle Antillana” (Palés Matos 1974 (1925-1933). En esta y otras expresiones literarias sobre lo caribeño, la mujer negra aparece como objeto de miradas ajenas que dibujan su supuesta exuberancia corporal en dimensiones mágicas, eróticas, o prohibidas.

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Bomba y Plena Dancers

La escritora Mayra Santos relata cómo estos significantes de exuberancia informaron los miedos de sus padres y su obsesión por disciplinarle el cuerpo desde niña para que no se convirtiera en una de “esas negras” (Santos Febres 1995). El cuerpo de la mujer negra siempre se percibe como uno excesivo, dice Santos: “Too much flesh, too much space surrounded by her bodily fluids, occupied by her hips, that never ending enticing bottom forever trembling, escaping the full gaze of the beholder” (Santos Febres 1995).

Los hombres negros no están exentos de este tipo de representaciones hiper-sexualizadas, pero sus estereotipos se construyen de manera diferente. El antropólogo puertorriqueño Ramón López comenta que la poesía negra se usa

para repetir una imagen de negros bellacos y machistas, borrachos y despreocupados, felices e infantiles. La poesía negra que sube a tarima hoy día , no presenta la rebelión, la solidaridad en la lucha, la denuncia de la explotación y el discrimen y los demás asuntos de la vida cotidiana. (López 1986)

El equipo de TV llegó a San Antón buscando tipos racialmente representativos de una esencia negra y nostálgica que pudiesen plasmarse de manera efectiva, rápida y directa en pantalla. Y poco a poco, lo que encontraron se fue transformando en “lo negroide.” Así, los residentes varones se convirtieron en parte de una escenografía de ron, despreocupación y bachata. Silvia por su parte apareció con su turbante anaranjado de bailadora (o psíquica) alusivo a un pasado lejano de dimensiones mágicas y exóticas.

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el Carnaval de ponce

Pocas de estas estampas tienen que ver con la realidad cotidiana del barrio. Los hombres no visitan el Zarabanda Club a esa hora temprana de la tarde. La gente tampoco baila en la calle de entrada al barrio, donde por lo general transitan personas que van a hacer diligencias al pueblo, a visitar familiares, o que llegan de llevar niños a la escuela. En segundo lugar, pocas mujeres mayores de San Antón se adornan con ese tipo de turbante abultado. De haber contado con más tiempo, Silvia probablemente hubiese ido al “beauty” para alisarse el pelo (Godreau 2002). Sin embargo, una vez más la negrura de San Antón se hace auténtica y nacional sólo en tanto y en cuanto pueda representarse como “lo negroide,” preñada de exotismo, fantasía y diferencia. Este tipo de representación de San Antón y de Loíza (el otro foco de negritud por excelencia) construye de forma implícita al resto de la Isla como blanqueada y moderna…la que según el censo del 2000 sólo tiene un 8 % de gente negra (U.S. Bureau of the Census 2000).

En la producción de este especial navideño, esta diferencia racial también se reforzó con otros elementos artísticos. El estilo de baile sofisticado de los bailarines del equipo de TV, por ejemplo, sus cuerpos esbeltos vestidos en licra, su rutina cuidadosamente ensayada y sus maquillaje, contrastaba con el paso sencillo y la vestimenta básica de los residentes del barrio durante la filmación. Todo esto contribuyó a crear un San Antón rústico, poco refinado, en fin, del pasado para la TV. Este contraste entre lo primitivo y lo sofisticado, ciertamente permitió que Danny Rivera y los artistas de Plena Libre brillaran con un aire de neutralidad casual.

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exhibición de vejigantes en el Parque de Bombas

No creo que estos elementos fuesen diseñados o planificados de antemano. De hecho, la incorporación de elementos de San Antón fue algo espontáneo y en algunos casos, como el de Silvia, no previsto por el equipo fílmico. Sin embargo, estos modelos están tan enraizados en nuestros libretos de negritud, que casi adquieren vida propia. Los hombres frente a la barra tocando tambores, los niños vejigantes, la bailadora, permiten una lectura inmediata del público que dice “cultura puertorriqueña negra.” Esa lectura no necesita ser planificada ni explicada, porque lo signos que la informan se dan por sentado y lo que es más importante aún – se asumen de forma natural – inclusive por aquellos cuyas vidas retan diariamente dichas tipificaciones de “lo negro”.

Existen voces disidentes. Julio, por ejemplo, un joven del barrio me dijo mientras conversábamos en su balcón el año pasado:

Cultura puede ser yo recoger la basura y pegarle fuego ahí al frente porque eso siempre se ha hecho aquí. Pero cultura ellos lo simbolizan en baile, caretas y comparsa. Pero cualquier cosa que yo haga es cultura. Si yo saco una hamaca y me acuesto ahí al frente eso es cultura (diciembre 2002).

Aquel día, sin embargo, lo negroide opacó lo cotidiano sin mucho esfuerzo y con la cooperación de algunos residentes ya fuera por curiosidad, diversión, o por obtener algún reconocimiento. Maria Judith Banch Cabrera, por su parte, prestó las faldas y los turbantes que ya estaban accesibles y previamente confeccionados para las Fiestas de Bomba y Plena. Finalmente, yo también participé cuando, al tratar de prevenir que Silvia apareciera como una loca o borracha, inicié un proceso que terminó reproduciendo el estereotipo de la mamainés. Y así, de forma casi automática, un acto de representación llevó al otro culminando en el mismo modelo folclórico que todo el mundo conoce y celebra.

¿Y cuál es el problema? ¿Qué hay de malo con celebrar el folclor de esta manera? El problema es que esos libretos que se crean para hombres y mujeres puertorriqueños negros no se quedan sólo en el escenario. Sus efectos se cuelan en nuestra cotidianidad, informando acciones basadas en prejuicios que leen unos cuerpos como sexualmente más accesibles que otros, más primitivos que otros y más propensos al alcohol, a la bachata, a la vagancia que otros. Y si bien estos modelos son productos de creaciones artísticas, el arte no se construye en el vacío. Mientras sigamos celebrando nuestra negritud a través de modelos que deshumanizan a la gente negra y de estampas nostálgicas de comunidades supuestamente aisladas, mágicas y felices en la bachata, el sexismo y el racismo que se vive hoy en día continuará subestimándose como algo del pasado y lo negro desplazándose a “otra parte”: a San Antón, a Loíza, a la República Dominicana, a Haití.

Lo que propongo no es eliminar la diferencia, ni menospreciar la afirmación de la negritud a través del baile, la espiritualidad o el tambor. Lo que cuestiono son las maneras anacrónicas, hiper-sexualizadas y descontextualizadas de celebrar esas diferencias, no sólo porque no tienen que ver con la vida diaria de la gente, sino porque informan prácticas cotidianas de exclusión y humillación. Propongo, en cambio, un acercamiento que considere el racismo como parte de nuestra cotidianidad y la cultura negra puertorriqueña como parte de la modernidad. Propongo un enfoque que no encajone a la gente en el tiempo y el espacio, o en cuerpos de sensibilidades ya predeterminadas sino uno que sirva para entender cómo las mujeres y los hombres lidian de formas diferentes con el racismo y el sexismo a nivel local y en solidaridad con otros pueblos de la Diáspora.

NOTA: Una versión más amplia de este artículo fue publicada en IDENTIDADES Vol. I - Núm. 1 - agosto, 2003: 88-96.


Isar P. Godreau es investigadora y Directora del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de la Universidad de Puerto Rico en Cayey. Recibió su doctorado en antropología cultural de la Universidad de California en Santa Cruz en 1998. Sus intereses de investigación incluyen raza, racismo e identidad en Puerto Rico; los discursos nacionales en Afro-Latino América y el Caribe, los usos contemporáneos de la historia y el racismo en el contexto escolar. Ha publicado artículos sobre “raza,” y racismo y su relación con la estética del pelo, políticas públicas culturales y de vivienda, el uso de términos raciales y la educación en Puerto Rico.


REFERENCIAS

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2005 Contrapunto de género y raza en Puerto Rico. Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico.

Franco Ortiz, M. and Quiñónez, D.

1993 Mujeres puertorriqueñas negras: Formas de resistencia y afirmación en la actualidad.

Giusti Cordero, J. A.

1996 Afro-Puerto Rican Cultural Studies: Beyond Cultura Negroide and Antillanismo. Centro: A Journal of the Center for Puerto Rican Studies, Hunter College, NY 33(1-2): 56-77.

Godreau, I.

2002 Peinando diferencias, bregas de pertenencia: El alisado y el llamado «pelo malo». Caribbean Studies 30(1): 82-134. Vol. I - Núm. 1 - Agosto, 2003.

López, R.

1986 ¿Poesía Negroide? Claridad (En Rojo. Febrero).

Palés Matos, L.

1974 (1925-1933) Tuntún de Pasa y Grifería: Poemas Afroantillanos. San Juan , PR / Spain: Biblioteca de Autores Puertorriqueños/ IG Manuel Pareja.

Quiñones, D.

1999 Construcción social de la imagen de la persona negra en medios de comunicación visual en Puerto Rico. Río Piedras: Universidad de Puerto Rico.

Ramos Rosado, M.

1999 La mujer negra en la literatura puertorriqueña. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Santos Febres, M.

1995 Blackness Exposed. The San Juan Star October 15:20.

U.S. Census Bureau.

2000 Census 2000 Data for the United States. DP-1. Profile of General Demographic Characteristics: 2000.

Zenón Cruz, I.

1975 Narciso descubre su trasero: el negro en la cultura puertorriqueña. Humacao: Editorial Furidi.

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