
Todos los caminos llevan al norte: Lectura de la noticia de la migración según los coyotes
Amparo Marroquín Parducci | Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, El Salvador
Resumen: Este ensayo es una reflexión sobre el papel del coyote, como protagonista de la migración salvadoreña hacia Estados Unidos, y como mediador fundamental, fronterizo y difuso, frente al crimen organizado. Basándose en una serie de entrevistas que llevó a cabo con coyotes para un proyecto de investigación, Marroquín recuenta distintas facetas del oficio de esta importante figura en los volubles caminos de la migración hacia el norte y sus intersecciones con la narco-máquina. Después de las guerras de las décadas de 1970 y 1980, la migración se masificó, llevando a que uno de cada cuatro salvadoreños viviendo fuera del país. Marroquín explora el papel del coyote en la ardua ruta a través de México y la frontera estadounidense (un camino casi siempre liderado por un coyote) –– una trayectoria minada de peligros y obstáculos que hace de los migrantes las víctimas principales de los abusos perpetrados por el crimen organizado, la delincuencia local, y las agencias estatales de seguridad.
Preludio en fuga[1]
Para nadie es un secreto. La migración hacia el norte es proyecto de vida para muchos salvadoreños. Jóvenes, niñas, viejos, hombres y mujeres, hijos, madres, vecinos, amigos, estudiantes, profesionales, campesinos, desempleados. En el triángulo norte, esa zona que es ahora considerada por las estadísticas como la más violenta del mundo, la gente sale siempre. Sale mucho. Como dijo el poeta Kijadurías, “otra vez clavando, desclavando” esas cajas con los últimos despojos del país que se tuvo. Y así, se continúa.
Las migraciones en El Salvador no son una realidad novedosa. Entrar y salir, moverse de un lugar a otro, del campo a la ciudad, primero, luego entre países. Desde inicios del siglo pasado, la élite salvadoreña se desplazó hacia Estados Unidos y Europa, desde ahí se construyó un imaginario cosmopolita e ilustrado como ideal de vida. La migración continuó a lo largo de esos cien años, desplazó poco a poco a gente de clase media, y finalmente, durante los años de guerra en las décadas de 1970 y 1980, empezó a masificarse. El Salvador es el territorio más pequeño de la región, el desplazamiento forzado a veces, voluntario en otros casos, ha llevado a que uno de cada cuatro salvadoreños viva fuera del país.

A pesar de esta evidente importancia numérica la migración fue poco estudiada. Se pensó como un proceso transitorio vinculado a la guerra, que pronto iba a parar, pero cuando se dieron los procesos de paz el asombro de los investigadores fue evidente: con el fin de las luchas armadas la emigración se multiplicó y nos ha llevado poco a poco a volvernos lo que podríamos llamar una nación en fuga, en un doble sentido del término: en términos musicales los expertos señalan que la fuga es el contrapunto más acabado. Su nombre viene del latín huida, e indica la manera como las voces, las melodías responden unas a otras, se superponen, huyen.
La fuga también recoge ese otro sentido literal: este país de donde vengo se han escapado de los límites tradicionales y estalla en un doble proceso que implica la migración y la violencia transnacional del narcotráfico y las pandillas. Los jóvenes son actores y protagonistas de estos acontecimientos. Siete de cada diez quieren irse. Muchos otros, en cambio, no conocen más territorio que el barrio, ni más solidaridad que la que viven en la clica desde ese otro mundo transnacional que es la pandilla. Son muchos los salvadoreños que ya no viven del lado de acá, en estas fronteras. Hacen país desde allá, en Milán, Calgary y Washington, Melburne, Barcelona y Oslo. Los corridos de los Tigres del Norte nos dicen que somos tres veces mojados y cantan lo terrible que es ser un centroamericano condenado a negar a su país y aprender a “hablar en mexicano” para que la migra no lo deporte más lejos sino, ahí cerquita.
Permítanme decir, entonces, que mi país está en fuga, que se reinventa desde cada frontera, a cuentagotas. En el silencio de la madrugada cruza ríos este país que no cabe, mientras se trafican dolores y sueños en una mochila.
En esta fuga hay un personaje fundamental. En muchos casos ha sido la diferencia entre la vida y la muerte, el éxito o el fracaso. Es un personaje oscuro, señalado por los medios, el hacedor de caminos, el palabrero de los acertijos, el que conoce el santo y seña que abre fronteras y cierra los caminos de extorsiones y secuestros. Respetado, temido, invocado y conjurado según sea el momento: el coyote.
El coyote, el pollero, el guía, el patero, el viajero, como los llaman en cada sitio tiene mil nombres y mil estilos diferenciados de accionar. Hay coyotes hombres y mujeres. Las historias cuentan que las mujeres coyotes son mejores, más seguras y más exitosas en el objetivo. Los coyotes actúan de maneras muy distintas. Algunos llevan a las personas por avión hasta la frontera sur con Estados Unidos; otros, movilizan a las personas en una “troca de lujo” y las hacen dormir en buenos hoteles; unos más, en cambio, suben a los migrantes al tren, con los peligros que implica el cansancio que luego los bota, o las bandas de asaltantes y cárteles del crimen que pueden aparecer en el camino, una de las variantes más recientes es la de los cibercoyotes, que nunca se presentan con los migrantes, ni recorren el trayecto, sino que acompañan al grupo a través de mensajes de texto que contienen instrucciones para moverse o esperar, buscar un sitio específico o encontrar un contacto.
A través del coyote se conoce mucho de la migración, y de la manera como la migración indocumentada se ha cruzado con otros ámbitos de la paralegalidad que se vive tanto en Centroamérica como México. Este ensayo reflexiona sobre el papel del coyote, como protagonista de la migración salvadoreña hacia Estados Unidos, y como mediador fundamental, fronterizo y difuso, frente al crimen organizado. En la academia, salvo algunos textos como los de David Spener (2004 y 2009) o Rodolfo Casillas (2011), la reflexión sobre el trabajo del coyotaje ha sido poco profunda. Para este ensayo, me apoyo en entrevistas con coyotes que he llevado a cabo para un proyecto mayor que dirige Rodolfo Casillas, también he utilizado testimonios de migrantes y el trabajo periodístico que con mayor cuidado ha cubierto este complejo tema.
1. Las historias que transcurren en la historia
La frontera no siempre fue esta frontera. Antes era más fácil. Inés, una joven economista, recuerda la historia de su abuela. “Ella se fue a Estados Unidos antes de la guerra, fue un año que el café no se vendió y como mi abuela tenía una finca que no le dio nada, decidió irse”. En ese entonces, conseguir visa para Estados Unidos no era complicado. Pero la abuela de Inés se fue “mojada”, sin papeles. Al llegar a un pueblo al norte de México discutió con algunas personas cómo pasar “al otro lado”. Un joven se ofreció en una moto. “Solo una condición, abuela, agárrate bien, porque si te caes y viene la migra, yo no voy a parar…”. Y así pasaron.

Pero desde entonces muchas cosas han sucedido. La migración se multiplicó exponencialmente. También los coyotes, que pasaron a ser personajes locales importantes. El negocio fue creciendo y muchos espacios se reacomodaron, empezando por la arquitectura. No solo las casas de los migrantes se destacaron en la urbanística local. También las de los coyotes. Y con la multiplicación de la migración, la política migratoria de Estados Unidos cambió. En 1998, los debates sobre leyes que criminalizaran la migración se volvieron cada vez más visibles. El ataque a las torres gemelas, el 11 de septiembre del 2001, cambió la discusión sobre seguridad en la región. El camino era el mismo y había diversidad de maneras de hacerlo. Los más pobres en redes sociales y en dinero viajaban solos, por tierra, preguntando hasta llegar al tren, que era la guía. Los que tenían más posibilidades contactaban un coyote confiable.
El cambio definitivo para el camino que cada día y cada noche era recorrido por los migrantes se dio en el año 2005. En octubre de ese año, el Huracán Stan destruyó las líneas del tren de carga que los migrantes tomaban en Tapachula. Desde ese momento, el viaje inició con un recorrido a pie de 250 kilómetros hasta llegar a Arriaga. Ese mismo año, en diciembre de 2005, la asamblea estadounidense aprobó el proyecto de la ley HR 4437, Ley para el control de la inmigración, el antiterrorismo y la protección de las fronteras, conocida como proyecto de ley Sensebrenner, por el senador que la promovió.
La migración indocumentada se replegó cada vez más hacia el clandestinaje. Como ya lo ha repetido en incansables entrevistas el sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, los cárteles del crimen organizado y los grupos de delincuencia local encontraron en esos migrantes que buscaban invisibilizarse entre la selva, en el recorrido de La arrocera, un negocio fácil y seguro.
2. De la instalación de la narcomáquina y otras variables
El 25 de agosto de 2010 buena parte de América Latina atardeció con una noticia estremecedora. 72 migrantes habían sido masacrados en un rancho del municipio de San Fernando en Tamaulipas. Esta situación fue mediáticamente publicitada pero no es nada nuevo. En su libro Los migrantes que no importan (2010), el periodista salvadoreño Óscar Martínez recogió una serie de crónicas que daban cuenta de las desapariciones constantes, los abusos de la migra, la delincuencia común y el crimen organizado de los que son víctimas los migrantes desde hace mucho tiempo atrás.

Para los coyotes, el peligro no ha cambiado en los últimos años. La manera como las vivencias se recuerdan y se narran, lo que se dice, lo que se calla es asimilado por los actores y se construye sentido social sobre la migración y los coyotes. “Hay coyotes, que no son muy buenos y están los viajeros, que solo llevan parientes, amigos, conocidos, y son muy buenos”, me decía una joven de 23 años que me comentaba que esa semana le tocaba ir a pagar al viajero que se había llevado al hermano. “Hay buenos coyotes y malos coyotes. Los malos terminan muertos. El que hizo lo de Tamaulipas, más tardó en llegar a San Salvador que en amanecer serenado (muerto)”, comentó al teléfono un migrante que vive en Houston.
Contrario a la representación que la prensa escrita hace en donde el coyote se presenta siempre como traficante y como criminal, las y los salvadoreños “usuarios” de los coyotes llegan a conclusiones muy similares que Spener (2008) encontró en su trabajo. Los coyotes no pueden ser tajantemente clasificados como virtuosos o villanos, adoptan formas de trabajo muy diferentes, muchas fuera del crimen organizado, pero negociando con ellos para “el pase”, con relaciones de amistad y cooperación, no solo de abuso y anonimato, con cierta satisfacción por el servicio del coyotaje. Además, los migrantes no necesariamente culpan a los coyotes por las dificultades que se topan en el camino a pesar de la imagen que los funcionarios y los medios construyen de los mismos.
En las entrevistas realizadas con personas que son o han sido coyotes, se puede iniciar la construcción de su propia subjetividad: los coyotes cuentan que el oficio es duro pero que se gana dinero, en general no se hace por “buena gente” o por ayudar; los coyotes buscarán una ganancia, sin embargo, señalaron que lo que distingue a un buen coyote de uno malo, es la capacidad que tiene de pensar en “el cliente” y dejarlo satisfecho. No llevarlo por caminos duros, no dejarse “ganar por la ambición”:
Porque el buen coyote trata mejor de sobornar - a las distintas autoridades que lo pasan, que lo van dejando pasar a uno y no arriesgarse de meterlos al mar, a subirlos a un tren o al famoso clavado que le llaman—¿y cuál es el clavado, usted?—(Se ríe). Cuando van encerrados bajo carga, porque los riesgos son demasiado grandes, esos son riesgos grandes. Porque no hay posibilidad de que alguien los encuentre en un dado caso el vehículo se arruine o en dado caso tenga algún accidente o algo, no hay esperanzas. En el… tren, pues los riesgos son bastantes porque el tren nunca se detiene, y una alguna persona tantito va cansada del viaje, adormitada, se cae. Los viajes a veces son hasta de 12 horas sin detenerse, a veces de 24, entonces la gente va cansada y es demasiado riesgo, realmente es demasiado. De eso es lo que depende el buen coyote y el mal coyote.(Entrevista a coyote, 2 Marzo de 2011)
Los coyotes deben cuidar su presentación, la imagen y la ostentación son claves para lograr la confianza, hay que ir bien vestido y mostrar que se tiene plata, para ser un coyote exitoso y que la gente se le confíe. Al mismo tiempo, como todo contrato en el que se negocia y como todo negociante, los coyotes actúan bajo la lógica de muchos bares para jóvenes, con una especie de contrato que hacen ver en la primera cita, algunos dicen que no llevan a personas que tienen tatuajes, o a personas enfermas que pueden poner el viaje en peligro. Un pacto es básico: si la migra los descubre, los migrantes se entregan pero nunca dicen quién es el coyote. Si todo sale bien, todos serán deportados y el coyote ofrecerá un segundo intento, o un tercero, o los que sea necesarios según la tarifa estipulada.
Utilizan la intuición. El oficio de coyote se aprende en el camino. Los códigos de honor, los trucos, las personas que se deben conocer están ahí. En el camino se prueba el valor de aquel que quiere moverse en los bordes fronterizos de un negocio cuestionado.
Yo tuve en el primer viaje, hubieron ciertos problemas y me tocó aguantar ciertas situaciones (ríe) y el que me llevaba a mí, el coyote que me llevaba a mí, prácticamente se echó para atrás a la hora de las patadas, y me toco hacerle frente a mí. Cuando llegue allá, me dijo que si quería trabajar con él. Él me lo propuso que si yo le quería ayudar a trabajar y comenzamos a trabajar así. En eso prácticamente, les iba enseñando a otros. Muchos podemos decir: “hey, yo puedo con esto”, pero a la hora llegada no se aguanta. Muchos no aguantan. Porque yo tuve la experiencia que unos querían aprender y por estar tratando de enseñarle a un primo de eso es que yo caí preso porque se le aflojaron las piernitas, como dicen, a la hora de enfrentar la ley. (Ríe ) No aguantó la presión a la hora de enfrentar a la, a las autoridades. Por eso es que no se le puede enseñar así no más. Tiene que ser de mucha confianza o alguien que uno vea que sí, que de verdad puede. Porque al inicio se puede ver como perro bravo, pero en el camino es como niño tiernito. Y se lo digo es porque yo lo he visto, y como le digo, hay hombres que aquí andaban a caballo, como dicen, con bigotes, con pistola en la cintura para allá van pidiendo pacha porque ya no aguantaban. Y hay quienes aquí se veían calladitos… y en el camino se ve que sí trabajan como se debe, sí son, si saben del trabajo. (Entrevista a coyote, 1 Marzo de 2011)
Como sucede con otros oficios del camino, el trato con los grupos de crimen organizado es un aprendizaje fundamental. Entender sus códigos, caminar en la frontera de lo que Rossana Reguillo (2008) llama la paralegalidad.
El que cree en Dios es que lo necesita (se ríe)… ¿por qué? porque los narcotraficantes, no de inmigrantes, narcos, ellos en ningún momento permiten que por donde ellos cruzan con su droga, pasen indocumentados. Son rutas distintas, pero si por A o B motivo se perdió el guía, pueden arriesgar la vida de las personas que van ahí ¿Por qué? Los narcos no admiten que pasen indocumentados, primero, por su ruta, porque dejan muchas huellas en el camino y segundo, ehmm… las avionetas con más facilidad los ven y quedan marcadas como rutas de migrantes que van a empezar a vigilarlos más y ya no van a poder hacer sus conectes, sus pasos…. Eso cuenta bastante, cuenta bastante, bastante en esas rutas. Por eso es que cuenta la suerte o la bendición de Dios, que pasen y les vaya bien. Pero si los encuentran los narcotraficantes, lo más seguro es que no lleguen a los EEUU, ni regresen al país, porque se encargan. El trato es que como se paga por pasar, por la cuota que hay que pagar para pasar por México. Ellos mismos se encargan de dar las rutas o salvoconductos, porque aunque se encuentre uno con el narcotraficante, no hay peligro. Le dan una, un número de teléfono, una palabra, una, un salvoconducto que le llaman, un “santo y seña” que le llaman. Entonces no siempre es lo mismo porque a veces le dicen: “hey llama al patrón, este es el número” Le dan el número, pero lo cambian continuamente, para que alguien no se quiera pasar de listo, porque hay gente que quiere pasar varias veces con la misma clave, intenta hacerlo la tercer vez y ya ahí es donde hay problemas. (Entrevista a coyote, 1 Marzo de 2011)
Frente a la suposición de muchos, de que la situación migratoria los coyotes sostienen que los peligros en realidad no son nuevos, ya existían, y contrario a lo que muchos piensan la situación mexicana ha vuelto más sencillo el paso:
México es ahora paso fácil: Y… de las otras circunstancias que se dan en el camino: que salen los asaltantes, a veces no, están los famosos Zetas que realmente es un grupo… muchos lo tienen como malo. Pero yo no lo puedo catalogar ni de malo, ni de bueno. Ellos hacen por lo que les pagan, sus propios negocios. Ellos dan, prácticamente, le prestan servicios de seguridad a los distintos carteles que hay. Ese es el verdadero trabajo de ellos y están catalogados como Los Zetas y nomás hasta ahí llegan. Entonces, pero aun con ellos tiene que reportarse uno. (Entrevista a coyote, 2 Marzo de 2011)
De hecho, algunos coyotes van a insistir que el peligro ha aumentado por las autoridades que no mantienen el trato, que cobran y luego entregan. Que dicen que sí pero no mantienen la palabra. El peligro viene de ahí. No del control del crimen organizado.
3. Lo que nos queda
Los caminos de la migración han cambiado mucho. Los coyotes continúan ahí. Llevan y traen historias, estéticas, personas. Como el coyote que traía los corridos más recientes para que un amigo locutor los pasara por la radio. O Roxana, una coyote de Tonacatepeque que desde que empezó el oficio fue ahorrando para cuando la agarraran, y ahora, desde la cárcel, cuenta sus historias y planea su jubilación mientras muchos le siguen pidiendo que los pase al norte. O Miguel, el coyote retirado después de doce años de subirse al tren y que le contó su historia al periodista Oscar Martínez (2008).
Mientras las fronteras de los países intentan reforzarse, las invisibles, esas que dividen un “trabajo honrado” del clandestino son cada vez más difusas. ¿Cómo enfrentar este y tantos materiales de la violencia intentando romper esa razón dualista que lleva a presentar esta narrativa desde el disciplinamiento o el espectáculo? ¿Cómo abordar y comprender mejor el fenómeno de la migración y los límites y bordes de esas fronteras con las discusiones sobre violencia, sin caer en los discursos que van de la seguridad nacional a la malvada violencia que habita a los pobres salvajes? El coyote sigue ahí, mientras escribo esto, esperando, junto con algún grupo de migrantes una llamada que viene desde algún lugar de Estados Unidos y en donde una voz que todos (y nadie) conocen dice: “ahora pueden pasar”.
En la historia del tránsito migratorio hay héroes y bandidos, personajes maravillosos que en la búsqueda de su objeto de deseo fracasan, frascos de pócimas mágicas tan simples como el agua, brujas extraordinarias que algunos conocen como las patronas, y que construyen esas nuevas redes de solidaridad que no puede explicarse desde la racionalidad puramente económica. ¿Quién es el coyote en esta historia? ¿Es el oponente que no deja que el migrante llegue a su destino y que, con su última carcajada lo abandona a su suerte en un trailer hirviendo en el desierto y sellado por fuera para que ni la arena escuche sus gritos? ¿Es su mejor ayudante? ¿Es su mentor, su guardián, su protector? La migración que se realiza de manera autónoma, fuera de la regulación del estado, va a construir este personaje desde aristas muy distintos, ¿de qué se ha vuelto símbolo el coyote? ¿Podemos hablar de un héroe nacional? Para el coyote todos los caminos llevan al norte y, en el camino, él sigue ahí.
Notas
[1] Esta reflexión inició con un correo de Rossana Reguillo, ahí me invitaba a pensar la narcomáquina. Me pidió que reflexionara cómo la migración y el narco se han cruzado en Centroamérica. La primera imagen, esa que viene automática fueron los zetas, Tamaulipas, San Fernando, las fosas, los desaparecidos, el dolor de las familias. Pero después pensé en ese personaje que en los últimos meses he intentado encontrar sin mucho éxito. El personaje que vive mitad de cara a la comunidad que lo contrata y mitad en la oscuridad clandestina de la paralegalidad. Para decirlo con palabras prestadas de Rossana, el coyote vive “en la clandestina centralidad de la vida cotidiana”, y desde ahí descoloca. Desde ahí pregunta, ¿de qué lado me van a colocar? Este personaje que se enfrenta a la narcomáquina, que a veces se asimila como parte de ella, y en otros momentos la bordea, me pareció un reto fundamental para pensar la nueva geografía política a la que nos enfrentamos.
Obras citadas
Casillas, Rodolfo. 2011. “Redes visibles e invisibles en el tráfico y la trata de personas en Chiapas”. En Migración y seguridad. Nuevo desafío en México. Natalia Armijo Canto (ed.), 53-71. México D.F.: Colectivo de Análisis para la Seguridad y la Democracia.
Martínez, Oscar. “Entrevista con Miguel. Pollero guatemalteco: Este camino es como un vicio”. El Faro. 27 de octubre de 2008. Disponible en: http://www.elfaro.net/templates/elfaro/migracion/default.php?nota=noticias010
___________. 2010. Los migrantes que no importan. San Salvador: ICARIA.
Reguillo, Rossana. 2008. “La in-visibilidad resguardada: Violencia(s) y gestión de la paralegalidad en la era del colapso”. En Alambre: Comunicación, información, cultura. No. 1. Marzo de 2008. Disponible en: http://www.revistaalambre.com/Articulos/ArticuloMuestra.asp?Id=16
Spener, David. 2004. “Mexican Migrant-Smuggling: A Cross-Border Cottage Industry”. JIMI/RIMI 5, no. 3: 295-320.
__________. 2008. “El apartheid global, el coyotaje y el discurso de la migración clandestina: distinciones entre la violencia personal, estructural y cultural”. Migración y Desarrollo, no. 10: 127-156.
__________. 2009. Clandestine Crossings: Migrants and Coyotes on the Texas-Mexico Border. Cornell University Press.
Para conocer datos estadísticos sobre la migración en El Salvador, desde una perspectiva histórica puede consultar el libro El Salvador: 1989-2009. Estudios sobre migraciones y salvadoreños en Estados Unidos desde las categorías de Segundo Montes, de Laura Ruiz. El texto está disponible en la siguiente dirección, en donde puede consultar otros trabajos con perspectiva centroamericana: http://www.pnud.org.sv/migraciones/content/blogcategory/0/102/