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Danza, integración social, generación de nuevas audiencias y activismo político en la escena contemporánea

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

                “Los nadies,” Eduardo Galeano

LOS ARTISTAS DE LA DANZA MODERNA ATRAPADOS EN CIRCULOS ELITISTAS PIERDEN AUDIENCIAS

En el discurso habitual de nosotros, los que nos dedicamos a bailar, coreografiar o enseñar danza en todos sus aspectos, lo más habitual es encontrar un común discurso de protesta, de queja por la falta absoluta de apoyo a la actividad. La pregunta es ¿qué hacemos nosotros haciendo danza, enseñando danza, hablando de danza? ¿En qué medida no somos al menos co-responsables de este vacío alrededor de la actividad? ¿Es alrededor o es vacío adentro también? ¿Creemos que nosotros podemos generar además de arte, contextos de posibilidad para la existencia de nuestra propia obra artística? Conectar en la creación dos preguntas: ¿Qué arte?, y ¿a quién le importa?

¿Cuál es el rol de los artistas de la danza en el camino de la desigualdad? ¿Qué danzar? Y ¿a quién le importa?

¿Qué es una obra de danza en la encrucijada de la desigualdad? ¿Cuál es el espacio social de mi danza?

El cuerpo en movimiento en el campo de la comunicación humana nos lleva indefectiblemente al tema de la politicidad del cuerpo.

¿De qué manera puede el cuerpo en movimiento intervenir en la modificación de las relaciones políticas sociales y culturales?

En la presentación de la vida cotidiana, el cuerpo organiza diferentes informaciones. El modo de presentación del cuerpo como parte de la presentación de la persona en la vida cotidiana indica un eje político en el sentido de que guía y sitúa a su cuerpo en un ambiente y tipo de vínculo.

El cuerpo es un proyecto biológico tanto como cultural. ¿De qué manera se hace cargo de ésto la danza de escena? ¿Cómo se hace cargo de ésto la danza no escénica?

¿Cómo se relaciona ambas?

Lo que define la exclusión es la relación entre los excluídos y los incluídos.

Entonces sólo es posible salir de la exclusión potenciando el encuentro del excluído y el incluído.

¿Dónde provocamos esto? ¿Cuánto necesitamos esto?

“Así como la ola no existe por sí misma sino que es sólo una parte de la superficie arrojada por el océano, nunca debo ver mi vida por sí misma, sino siempre en la experiencia que ocurre a mi alrededor.” (Albert Schweitzer)

Sin universo simbólico, sin imaginación el hombre está sometido a su unicidad, singularidad y urgencia.

¿Por qué dice Alejandra Pizarnik “rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse a los ojos”?

Porque la alegría y la afección que el arte provoca generan voluntad de poder.

¿Dónde armamos nuestros escenarios para ésto?

¿Son las salas de ensayo, los teatros y los espacios de performance?

¿Armamos nuestros escenarios para ser felices o para ser importantes?

Para todos parece ser fundamental el ser premiados por algún concurso. Sin embargo, ¿existe el jurado capaz de premiar lo que hoy necesita realizarse en el arte y en la sociedad?

Hay un centro que construye reputaciones, facilita subsidios, legitima estéticas. Determina una periferia que aparta y un centro que consagra.

¿Qué vínculos crea? ¿Qué imaginarios deposita en la cabeza de cada uno de nosotros haciéndonos sentir “Adentro” y “Afuera”. ¿Qué vínculos promueve ésto entre nosotros?

Poner el eje de sentido en otro lado para pensar lo social y lo personal.

Se están construyendo nuevas realidades que ocupan un lugar social, ¿qué estamos haciendo para colectivizar estas prácticas y estas conciencias?

El estado de necesidad quedó anulado con la revolución tecnológica. Tenemos todo lo que necesitamos para que todas las personas del planeta puedan aspirar a la felicidad.

Las condiciones materiales no son un impedimento para suprimir la pobreza. Lo son las condiciones de producción de subjetividad de los productores.

¿Qué arte entonces? Y ¿a quién le importa?

Las organizaciones dedicadas al arte para la transformación social no se preguntan qué es el arte, sino que se preguntan si el arte es una necesidad o un derecho humano; si el arte contribuye a la transformación social hacia la equidad, si el arte garantiza el acceso universal a los bienes simbólicos. Éstas son las preguntas de la Alianza Buenos Aires Arte y Transformación Social y de la Red Latinoamericana Arte para la Transformación Social. Y todas estas inquietudes reciben una respuesta afirmativa.

Damos respuesta a través de dos caminos convergentes que consisten en:

Generar oportunidades de producción de obra artística para los potenciales artistas en contextos de pobreza.

Colocar al arte en el centro del desarrollo equitativo, como motor de la vida social.

Para lograr la transformación social necesitamos perforar, atravesar espacios y hacerlos permeables para generar conductores y fluidos, corrimientos e itinerancias dentro de los mundos particulares que arrastren personas y contenidos hacia los colectivos. Así se logrará esa diversidad que genere nuevas preguntas para después -recién en ese momento- comenzar a responderlas. Para alcanzar ésto, se debe salir de la muerte de la acción política que está dada por la resistencia dentro de una identidad entendida como lo propio que no se modifica jamás. Como dice Octavio Paz, “quizás la creencia en la identidad personal es un recurso de nuestra nadería para dar un poco de verosimilitud a nuestro descosido y discontinuo transcurrir pues no existimos, transcurrimos. Las imágenes de la realidad que nos entregan la memoria y la imaginación son reales incluso si la realidad no es enteramente real”. En esta frase hay dos cuestiones muy importantes: una apunta a la cuestión de la identidad como proceso creativo entre el yo y el contexto; y otra al tema del arte. Parece sugerirnos que, en muchos momentos, la realidad se comporta como lo no real y el arte genera entonces la posibilidad de mostrar otra realidad en el aquí y ahora y en los cuerpos que lo encarnan.

La experiencia de las organizaciones dedicadas al arte para la transformación social en Argentina, la de todas las maravillosas organizaciones que son parte de la Red Latinoamericana Arte para la Transformación Social, y la de las miles que proliferan en el mundo, dan cuenta de que la función del arte es y será la de clarificar e iluminar nuestra experiencia colectiva presente, pasada y futura.

Seguramente la difusión de las producciones artísticas desarrolladas en el marco de programas de transformación social hacia la equidad ayudará a comprender los alcances de una voluntad colectiva puesta atrás de la idea de hacer política como quien hace arte y hacer arte como quien construye políticas.

Desde esta lógica de producción artística algunos artistas hemos encontrado que nuevos territorios para el arte han sido y son nuevos lenguajes para la política.

¿Quienes somos, cuantos somos? Cuál es nuestra identidad?

Saber que navegamos colectivamente hacia la y las identidades sin tener la más mínima brújula.

Creer en la autonomía no menos que en la fusión, el mestizaje, el sincretismo y la temida mutación.

Hacer de nuestras afirmaciones apuestas sin garantías.

Hacer y no saber qué sigue. Ir juntos contra esa angustia y el frío de la nada.

Los artistas que trabajamos en procesos sociales entendemos que justicia y belleza pueden ser una misma cosa. La búsqueda de la verdad, la belleza y la bondad alguna vez fueron naturalmente una misma cosa.

El arte no es mentira. El arte no es ilusión, es un campo imaginario que reivindica su status de cuerpo vivo en el aquí y ahora. Eso es un cuerpo en escena.

Disputa con los cuerpos cotidianos un status de realidad, se tensiona con ellos como dos bailarines que improvisan una danza y la crean juntos.

La obra desplaza nuestra capacidad de producir hacia lo innombrable e imposible, pero esto no es menos real que lo decible. La lucha de la creación es dirimirse entre su ser como pura energía (fuerzas, potencias, sensorialidades, intuiciones, desplazamientos físicos, verbales , etc.) y la organización de la imagen que toda obra finalmente es. Y luego como imagen organizada, debatir con las otras imágenes del espectador.

Por eso la obra no termina nunca, y nace de nuevo otra con cada exposición, y el espectador es entonces intrínsecamente su vida.

Crear obras mientras construímos audiencias. Porque el espacio sin solución de continuidad actor/espectador construye los espirales chamánicos que aseguran el carácter vivo y conmocionante del arte.

Cuando sobreviene el estallido poético “eso ocurre”. Ese instante ES.

“Sólo perduran en el tiempo las cosas que no fueron del tiempo” (Borges)

La obra de arte es así lucha y, como tal, es construcción nítida de realidad. Es una realidad que disputará su status con la otra realidad socialmente aceptada de lo cotidiano. La danza del arte y el no arte produce transformación social porque produce encantamiento en el desencantamiento del mundo. Canto que une un hombre separado en su capacidad primera y primitiva de hacer-sentir-pensar-conocer como una misma cosa.

Nuestras identidades múltiples navegando en los colectivos planetarios nos harán menos sujetos de lo posible y más criaturas imposibles de lo verdadero.

Belleza, devenir, acción, voluntad de poder, felicidad.

Para aquellas personas que quieran cambiar las cosas, hay un sólo camino posible: intentarlo y no intentarlo solos. Intentarlo, zambullidos en el espectáculo de la diversidad.

Hacer, sentir y pensar… ¿qué es lo que aún no pensamos?

Cuando hacer, sentir y pensar sean una misma cosa, pensar en un hombre equivaldrá a salvarlo.


Inés Sanguinetti is a dancer and choreographer. She received her degree in Sociology from the University of El Salvador in 1982, and is currently writing her thesis on the construction of subjectivity—by means of art——in contexts of poverty. She is Co-founder and President of Crear vale la pena (It is Worthwhile to Create), a non-governmental organization that, since 1997, has developed a program of social integration for youngsters in Argentina combining education in the arts, artistic production and social organization as means to promote social and individual development. Sanguinetti coordinates the administrative core of the Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social (Latin American Art Network for the Transformation of Society), and throughout her career has toured in her country and abroad in Europe, the United States, Asia, and Latin America, showing dance-theater shows, didactic programs on Contemporary Dance Technique, Composition in Contemporary Dance, as well as workshops and lectures linking art to social change processes.