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Así como tú me quieres, yo no quiero ser de ti

Presentación

Sólo puedo presentarme a ustedes como una impostora.
Una impostora dentro de cualquier y de toda institucionalidad, una impostora que cobra sentido, valor y fuerza afuera, afuera de la institución, afuera del sistema.
Afuera y no adentro.
No adentro de la galería,
no adentro de la institución,
no adentro de la aceptación,
no adentro de la legitimación,
no adentro del sistema.
Porque el sistema no lo es todo, no es toda la realidad, ni siquiera es una parte significativa de la realidad que nos rodea, envuelve y desenvuelve.
Afuera es donde encuentro y cobro sentido.
Y aunque parezca una fantasía de adolescente me atrevo a decir que: afuera del sistema no está el vacío, vacío con el que te amenazan y te hacen asustar; afuera del sistema no está la nada; nos amenazan con expulsarnos de todas las listas hacia un vacío donde nada de lo que hagamos, sintamos o soñemos ni cuente, ni tenga valor alguno. Es justo esa amenaza la que desafiamos colocándonos afuera y no adentro. Porque si no es así;
¿dónde entonces podemos ubicar todo aquello que está afuera del sistema de privilegios?,
¿Acaso el sistema ya se lo ha tragado todo?
Acaso no hay nada que se ubique afuera del sistema de administración de violencias y reputaciones.
Claro que sí lo hay, apostamos por ello, y de ello vivimos. Lo buscamos en todo aquello que desde el centro de sus intereses el sistema califica como ineficiente, no productivo, demencial, desagradable, no confortable, feo, cutre y peligroso.
Calificaciones que adoptamos como propias, miedos y deseos que adoptamos como propios y nos son lentamente impuestos e inyectados por todos nuestros sentidos sin pausa ni oportunidad de reflexión o distancia. Narcotizados y narcotizadas por esos miedos vivimos, conducidos y conducidas por esos miedos, calificaciones y manipulaciones vivimos.
Por eso hemos decidido instalarnos, ubicarnos y encontrarnos afuera y no adentro.
¿Dónde esta ese afuera?
El afuera no está al margen de…, ni es la marginalidad de la sociedad, tampoco es la marginalidad de la historia.
Lo que se ubica afuera del sistema es todo aquello que el sistema mismo aún no ha podido engullir ni tragar.
No soy intermediaria de nadie, porque ni siquiera puedo intermediar las voces de mis hermanas de Mujeres Creando, voces complejas y directas que no admiten intermediación ninguna y que no desean tampoco intermediación alguna.
Hablamos en primera persona no somos intérpretes de los movimientos, no somos portavoces de las prácticas de una otra, no hablamos en nombre de esa otra, esa otra soy yo misma cuando digo lo que pienso y lo que siento en un escenario que jamás es prestado.
No digo lo que la india piensa.
No digo lo que piensa la puta.
No digo lo que piensa la lesbiana.
Cada una construye su lenguaje y habla por sí misma.
Voces directas, voces expresivas, palabras cargadas de vida y vida cargada de palabras propias no prestadas.
Nosotras estamos afuera del sistema, instaladas al centro de las sensibilidades de la sociedad, centro desde el cual nos hacemos sentir al punto que hemos construido no un castillo de naipes ni un espejismo de revolución sino un referente de transgresión y rebeldía para putas, para locas, para indias, para niñas, para jóvenes, para viejas que renieguen de sus cansancios, para lesbianas, para unas y otras rebeldes con quienes construimos complicidades ininterrumpidas.
Ofrecemos como tesoro escondido y descubierto por nosotras las alianzas insólitas y prohibidas que hemos construido.
Ofrecemos como originalidad inédita las alianzas insólitas que hemos podido construir, le pese a quien le pese y desbaratando todos los guiones para abrazarnos y comprometernos una con la otra.
Ofrecemos como propuesta revolucionaria las alianzas insólitas que hemos podido construir desbaratando con ellas todos los guiones atribuidos a nuestras identidades fosilizadas y cosificadas, identidades convertidas en muros separadores de amores y de pieles.

Estrategias sin patente

Foto: Marlène Ramírez-Cancio.
Foto: Marlène Ramírez-Cancio.

Estrategias ajenas al mundo del arte son las que tenemos,
Estrategias analfabetas y ninguneadas son las que tenemos,
Estrategias evidentes y alegales son las que tenemos,
Estrategias nuestras y de cientos de miles más.
Nuestras estrategias son hijas que aprendieron sus habilidades de otras; somos en ese sentido recreadoras de estrategias.
Las estrategias en las que nos inspiramos vienen y provienen sin fin de la calle, del mundo del afuera.
Vienen de las habilidades de sobrevivencia de las mujeres en sus confortables toldos de venta instaladas al centro mismo de la sociedad, como una gran barricada cotidianamente levantada a pesar del sol y del frío, que impide el paso de la globalización.
Mujeres falsificadoras profesionales de Reebok, Nike, Benetton, Sony o Microsoft. Ellas, las forjadoras de un mercado negro donde se exhibe un sabotaje artesanal que es un desfile internacional de marcas sin patentes.
Estrategias que están vivas en Mercados que se convierten en una mezcla de apropiación, ilusión y resistencia que ni los Gigantes del mundo pueden controlar, ni la policía puede amedrentar, ni el Fondo Monetario Internacional cuantificar. Mercado desobediente y falsificador de todo, desde computadoras hasta zapatos, mercado que es estrategia de sobrevivencia y carcajada ilegal.
Nos inspiran las habilidades de hombres y mujeres que con astucia engañan las legalidades de fronteras y Estados del Norte. Gentes que sabiéndose prohibidas desarrollan estrategias que conjuran su miedo, su pobreza, su color de piel.
Nos inspiran esas y otras estrategias que son ajenas al “arte” entre comillas, ajenas al acto heroico,
Estrategias invisibles e invisibilizadas, estrategias ninguneadas y analfabetas;
pero evidentes, irreverentes y persistentes para el vivir y el pervivir de sociedades como la boliviana o cualquier otra sacada del mapa de lo significativo, desarrollado y civilizado.
Estrategia que es ruptura de control y cómplice de la sobrevivencia de miles que en la economía no hallan ni un puesto de trabajo, ni un lugar en las cifras de educación, salud o vivienda.
Son sus estrategias las que nos inspiran, nos alertan y nos ubican.
Estas estrategias ajenas al mundo del arte y a cualquier forma de reconocimiento social tienen en común la capacidad alucinante de generar cadenas largas de información, de solidaridad, de resistencia, son ocupaciones sin cartel de espacios públicos, de espacios simbólicos y de espacios económicos. Estas estrategias tienen en común la desobediencia, por eso son ajenas al mundo del arte que es el mundo de lo permisivo. Ellas, las estrategias, están siendo parte de la vida de la sociedad y no son una artificialidad ni un simulacro, son una convicción que convierte una cosa en otra. Son por eso estrategias de sobrevivencia revitalizantes de nuestras sociedades, nosotras somos sus aprendices y sus recreadoras porque antes que nosotras fueron las vendedoras en hacer de la calle una casa sin marido y un trabajo sin patrones.
Antes que nosotras fueron las falsificadoras de marcas, fueron ellas en convertir y reconvertir la marca, adulterando todos los valores que con ella vienen. En esa dinámica es que nosotras aprendimos que la calle es el patio común, el sitio vital de nuestra sociedad, el escenario político propio, el lugar comunicante.

La creatividad es un instrumento de cambio social y el cambio social es un hecho creativo

Foto: Julio Pantoja.
María Galindo en el encuentro Corpolíticas. Buenos Aires, 2007.
Foto: Julio Pantoja.

¿Es la identidad un refugio, una barricada de resistencia?
En este sistema, tu sexo, tu color de piel, tu edad, tu clase social, tu cultura de origen, tu sexualidad pueden ser comprados o vendidos. Tu nariz, tu boca, la forma de tu cara, tu peso, la medida de tus calzones y tus sostenes, tu placer, tus habilidades, tus sufrimientos, todo, todo puede ser objeto de empaque, venta y consumo. El sistema se encarga de ello, el sistema vive de mercantilizarlo todo. Pero hay algo de especial interés para el patriarcado globalizador y estos son aquellos espacios de afecto, de identidad y de creatividad, espacios desde donde construimos nuestras expresiones simbólicas, nuestras identidades políticas, nuestra conciencia social, espacios que pueden ser peligrosos a sus intereses. Es que el modelo estético, cultural y económico del sistema, estemos donde estemos y vayamos donde vayamos, es el SUPERMERCADO.[1]
El Supermercado es ese lugar y al mismo tiempo ese mecanismo que convierte la diferencia en variedad.
Es ese lugar y ese mecanismo que convierte la libertad de elegir y de decidir en posibilidad de consumir.
Modelo estético donde, gracias a la “bien” lograda variedad, las identidades sociales y existenciales se convierten en cosas, en apariencias sin sentido propio.
El Supermercado es el lugar de la variedad sin límites.
Es el lugar de la variedad clasificada, ordenada y empaquetada.
Es el lugar de la limpieza y desinfección constantes.
Es el lugar de las medidas de seguridad.
Es el lugar de las luces y los vistosos colores.
El modelo estético, económico y cultural del sistema es el SUPERMERCADO. Modelo que funciona bajo mecanismos impersonales donde ni las responsabilidades, ni las voluntades, ni las intermediaciones son evidentes; tampoco entran en discusión o interlocución, simplemente sucede o funciona y hasta parece lo más óptimo.
Dentro del Supermercado se nos plantea una relación confusa y ambigua; hay campo para todo y para todas y todos: la capacidad de sumar variedad y empaquetarla no tiene límites, ni éticos, ni políticos, ni estéticos, incluidas están por supuesto también las excentricidades.
La capacidad de engullir variedad y atrapar las identidades culturales y sociales y los procesos históricos contestatarios en la lógica del sistema es parte de una rutina de consumo, rutina de consumo que tampoco tiene límites éticos, políticos o estéticos.
Sumar variedad para representar y erigir dominación,
Sumar variedad para construir el espejismo de abarcarlo, contenerlo y ocuparlo todo, pero todo, todo.
Totalidad prepotente que pretende anular la posibilidad de crear, sentir, vivir y actuar fuera de la lógica del sistema, desde afuera del modelo de supermercado.
Totalización prepotente donde sólo nos quede buscar e inclusive desear un sitio en la estantería, sin pensar siquiera en arriesgarnos a mirar afuera de esa lógica.
Porque, nos repiten de todas las maneras y nosotras aprendemos a suponer,
que fuera del sistema estaría el abismo,
que sus fronteras sería una cuerda floja,
que fuera de sus definiciones estaría la demencia y el absurdo, que fuera de él estaría la soledad,
el anonimato y la invisibilidad.
Que fuera del sistema estaría un lugar peligroso, estaría ese lugar desde donde hablarías sin ser escuchada,
gritarías y llorarías en vano,
ese lugar sin piso y sin techo.
Entonces pareciera que es mejor tragarse el guión y buscar y además desear un sitio en la estantería del SUPERMERCADO.
Estanterías de soledades, una al lado de la otra,
en filas,
clasificadas,
ordenadas,
numeradas.
Cada producto ajeno a sí mismo.
Uno al lado del otro.
Uno sobre el otro.
Uno debajo del otro.
Uno sin mezclarse con el otro.
Uno en vez del otro.
Eso es la colonización y mercantilización de identidades que es un mecanismo sutil y efectivo.
Identidades colonizadas que lentamente, imperceptiblemente y poco a poco con más o menos intensidad se van convirtiendo en apariencia, para dejar de ser identidad, y de esta apariencia pasan al basurero de los estereotipos culturales y sociales ya completamente desvitalizadas, engullidas y desmenuzadas en el fin de su ciclo de decadencia y caducidad, siendo desechadas por el proceso de legitimación y consumo que han sufrido.

INCOMODAR

La apariencia sustituye y se superpone a la identidad cuando la identidad pierde su contenido; la apariencia sustituye y se superpone a la identidad cuando la identidad renuncia a su palabra directa; la apariencia sustituye y se superpone a la identidad cuando la identidad deja de incomodar y conflictuar la lógica del sistema; la apariencia sustituye y se superpone a la identidad cuando la identidad deja de ser sí misma para pasar a ser parte inocua, incorporada y decorativa del sistema.

Una identidad deja de ser identidad y se convierte en apariencia cuando ha sido legitimada y neutralizada, cuando ha perdido su capacidad de interpelar y subvertir y adopta una postura complaciente, cuando su ya mutilada su estética y sus lenguajes pasan a formar parte del sistema:
indias e indios para testimoniar y ser folklore,
lesbianas y maricones para hablar de sexo, prevención del SIDA y matrimonio,
mujeres para pedir cuotas dentro el sistema,
tercermundistas hablando de desarrollo y cooperación internacional.
Aparece la diferencia, pero banalizada;
aparece la diferencia, pero al centro de un tráfico que la anula sirviéndose de ella.
Nosotras rompemos con la rutina de consumo y colonización de nuestras identidades; por eso para nosotras la creatividad no es una búsqueda obsesiva de lo novedoso: la creatividad en nuestras manos y en nuestra vida es una estrategia de lucha.
La creatividad no es búsqueda de forma o de contenido, la creatividad es para nosotras la piel con la que tocamos y exploramos a nuestra sociedad buscando e intuyendo sus zonas erógenas, sus zonas sensibles.
Es esta mirada desde la creatividad la que hace que cobren un nuevo sentido los espacios, la calle, el cuerpo y la memoria colectiva, porque hemos aprendido a provocar, acariciar, consolar y despertar cada una de estas zonas.
Nuestra estrategia de lucha es la creatividad y nuestro espacio de trabajo las zonas sensibles del cuerpo de nuestra sociedad.
Así vamos nosotras intuitivamente desordenando las jerarquías sociales y las relaciones espaciales del adentro y del afuera, del arriba y del abajo, del norte y del sur.

Alianzas insólitas y prohibidas

No nos basta enunciar ni vocear nuestras diferencias:
Soy mujer,
Soy lesbiana,
Soy india,
Soy madre,
Soy puta,
Soy vieja,
Soy joven,
Soy discapacitada,
Soy blanca,
Soy morena,
Soy pobre.
No enunciamos nuestras diferencias porque no nos detenemos ante su espejo, espejo que no termina de contentarnos o de expresarnos; no nos limitamos a enunciar nuestras diferencias porque vivirlas y descubrirlas es sólo el principio.
Para construir identidades y heterogeneidades subversivas necesito complementar, conflictuar, confundir mis diferencias, mis historias, mis dolores y mis talentos con “la otra” diferente de mí.
Complementación que hace de mi diferencia un peligro para el sistema porque en lugar de integrarse a él lo amenaza uniéndome a quien según el sistema no debería unirme.
Vivida así la diferencia y la identidad, vivida así como un fragmento.
Vivida como un fragmento perennemente incompleto, me permite ir más allá del guión que el sistema me asigna, me permite ir más allá del guión de víctima, más allá del guión egocéntrico para convertirme en una amenaza sea quien sea y esté donde esté. Porque esta manera de vivir mi identidad me empuja a construir alianzas y solidaridades, me empuja a construir voces complejas, me empuja a construir complejidades indigestas para el sistema y desafiantes de todos los cubículos ordenadores.
Me permite construir un desorden social a partir del contenido de lo que yo quiero ser. Eso es lo que juntas hemos tejido y querido ser; es la provocación desde donde actuamos, es una provocación desafiante que constituye una nueva identidad que nunca termina de construirse. Una nueva identidad que no se agota en un discurso, que es insólita porque sale de lo legitimo y creativa porque desordena las jerarquías sociales.

Coreografía imprevista

Es una coreografía que desmantela el juego de poder que nos silenciaba. Olvidamos coreográficamente quién se supone que está arriba y quién se supone que está abajo, para colocarnos en una relación de impugnación y subversión de todas las formas de opresión y dominación: nos ponemos una al lado de la otra, una a espaldas de la otra, una delante de la otra, según las necesidades de las luchas.
Coreografía que altera las filas y los turnos de lo aceptable, coreografía circular de todas al mismo tiempo, de todas o ninguna.
Para esta coreografía que instalamos, los puntos cardinales han perdido sus referentes: el norte mira al sur y la subversión es el centro de las relaciones sociales.
Nosotras colocamos la iniciativa,
Nosotras definimos e intuimos el grado de provocación,
Nosotras escogemos nuestras palabras,
Nosotras elegimos los temas,
Nosotras elegimos los escenarios y las horas según nuestro calendario de amor y nuestro calendario de lucha.
Mientras nosotras hacemos eso, psiquiatras, jueces, doctores, funcionarios, intermediarios y tecnócratas recortan y manipulan y construyen una realidad a su medida; pero, imprevisiblemente y más allá de sus cálculos, la iniciativa permanece a nuestro lado y en nuestro terreno. La iniciativa es uno de nuestros pocos tesoros; nos exige horizontes y sueños propios y no prestados, nos exige acrobacias y flexibilidades insospechadas para bailar cada día una coreografía nueva, distinta, imprevista e indigesta.


María Galindo es cofundadora del colectivo anarco-feminista Mujeres Creando con sede en Bolivia. Mujeres realiza acciones creativas en las calles, produce videos, tiene su propio periódico, y publica libros de poesía, teoría feminista y sexualidad: http://www.mujerescreando.org


Notas

   [1] El supermercado entendido como la metáfora del mecanismo de dominación del sistema, el supermercado que no es el mercado como patio común al que nos referíamos antes.