Esta entrevista originalmente apareceu em os da Web Cuaderno Holy Terrors: Latin American Women Perform.
Pilar Restrepo: ¿Empezamos? (Sonrisa)
Marlène Ramírez-Cancio: ¿Cómo viniste a formar parte del Teatro La Máscara?
PR: El teatro lo conocí por mis hermanas mayores. Cuando yo era pelada, nosotras hacíamos obras en la escuela. La primera que hicimos se llamaba La Princesa China. A nosotras nos tocaba comprar nuestros propios vestuarios. En mi casa no había plata, y a mí había que hacerme un kimono de mangas muy anchas. Yo me acuerdo que yo lloraba tanto porque no iba a tener el vestido, ¡y yo era la Princesa! Mi mamá cortó un vestido de fiesta de mi hermana, y me hicieron las mangas de otra tela. No tenía nada que ver con la China, pero yo me sentía la mejor disfrazada… De ahí yo siento esa pasión de memorizar textos y poesías. Luego cuando entré al colegio tuve un profesor de teatro, Carlos Bernal, y él era actor del TEC. Tuve la oportunidad de ver una obra de Enrique Buenaventura, La Maestra. Yo estaba en sexto de colegio, era la primera vez que veía teatro y me encantó. Una obra que me acuerde que me haya impactado, fue esa. Yo vivía en un barrio más al norte donde uno nunca salía solo de noche ni tomaba el bus. Pero yo estaba en el colegio y me volaba en uniforme para ir a ver el TEC. Y todos los fines de semana, el teatro era una aventura— ¡yo me sentía la más valiente viniendo al centro a las 8 de la noche a ver una obra sola! En mi familia nos era prohibido ir al teatro. Me decían, "¡Esos son obreros! ¡Esos son revolucionarios comunistas!" Nos era absolutamente prohibido. Así que mi hermana se hizo novia de un actor del TEC. ¡y eso ya hubiera sido un escándalo! Yo conocí a Lucy en una de esas salidas. Conocí La Máscara desde el principio, desde sus primeras obras en el 1972, cuando todavía había hombres en el grupo. Saliendo del colegio yo me vinculé al grupo con una obra que se llamaba Cuánto cuesta el hierro.
MRC: ¿Cuándo quedó La Máscara como grupo de mujeres?
PR: Nosotras trabajamos con Héctor Fabio, Diego Vélez, Gustavo Vivas, vivimos en una comuna por dos años en un pueblo, teníamos montajes entre hombres y mujeres. Pero llegó el momento en que se hicieron muy difíciles las condiciones económicas, además de que aquel pueblo estaba azotado por la represión militar. Cuando la situación se hizo insostenible, regresamos a Cali. Los hombres se retiran del grupo en el 85 y nos quedamos Lucy y yo mirando pa’ l techo. En una casa rancho, de paja, las dos solas, pues ¿qué hacíamos? Dejamos eso allá hasta que pudimos traer las cosas y vinimos aquí. Lucy y yo entramos al grupo Mitema, con otras ex-integrantes de La Máscara, Luz Marina Gil y María Eugenia Gonzáles, y lo mezclamos con La Máscara para hacer una obra. Luego entraron Valentina Vivas y Claudia Morales. Nosotras empezamos en un cuento de compromiso político, de asumir el trabajo de la recreación de los actos políticos. Las mujeres del partido, las feministas, y hasta los del M-19 nos llamaban para que le hiciéramos funciones. Nosotras hacíamos un poema e íbamos.
MRC: ¿Cómo ha sido el apoyo hacia ustedes acá en Cali?
PR: El hecho mismo de que seamos mujeres que hacen teatro es causa de rechazo. Estoy tan cansada de esas actitudes. Hasta las mismas mujeres nos dicen "¡Ay no, es que a mí el teatro feminista no me gusta!" Cuando no se conocen las cosas y tienen una mala información, la gente prefiere seguir en la misma línea, en vez de ponerse a estudiar lo que quieren decir las cosas.
MRC: ¿Qué crees que la gente entiende por "feminista"?
PR: Es tan terrible aquí que es como peyorativo, es malo, es "estás loca, ¿cómo vas a ser feminista?" En vez de ser lo contrario, una reivindicación de las mujeres, se convierte en un estigma. Hay una falsa concepción del feminismo, un encasillamiento. Las feministas siempre se acusan de radicales, que odian a los hombres, que le quieren quitar el poder, que no creen en la familia y en los valores morales. El feminismo aquí se entiende como si fuera lo contrario del machismo, pero como si fueran las dos la misma cosa, las dos caras de una moneda. El término, en vez de revolucionar, se ha convertido en un falso panfleto. A nosotras nos toca atacar esa noción. Por ejemplo, ayer un tipo le estaba haciendo una entrevista a Lucy en la radio sobre nuestra última obra (Perfiles de la espera) y le pregunta, "Entonces, ¿ya cambiaron del feminismo a la política?" ¡Y esos son los locutores de un programa cultural de la ciudad! No hemos dejado de hacer el trabajo de las mujeres, es que el feminismo es política. La gente aquí no entiende eso.
MRC: ¿Quiénes son los que menos lo entienden?
PR: Pues fíjate, yo diría que los artistas son los más reticentes. Los mismos compañeros ejercen esa invisibilización del grupo. Se quejan, "¡Ay, otra vez con esas obras tan tristes! ¡Ay, otra vez hablando de esos problemas! ¡El teatro es diversión, es risa!" Me parece que el grupo es muy valiente en el sentido de que a pesar de esa mala fama que tenemos ("ésas son feministas"), seguimos adelante. Pero a las mujeres les encanta el trabajo de La Máscara, y a los jóvenes. Cuando nosotras fuimos al Magdalena Project en Cardiff, vimos cómo funciona un movimiento de mujeres y quedamos descrestadas, porque el trabajo aquí lo hemos hecho solas.
MRC: ¿Qué tipo de temas son aún tabú? ¿De qué no se puede hablar?
PR: De la homosexualidad y la bisexualidad. Todavía no hemos hecho la obra que… (hace gesto de puño). Nosotras no es que nos propusiéramos hablar de cosas que sean escándalo o tabú para causar sensación. Eso es una vaina muy interior. Una obra nos iba llevando a la otra. A Flor de Piel fue un intento de hacer trabajo sobre la sexualidad de la mujer. Se tocaba tangencialmente el tema de la homosexualidad femenina. Era como para reírse, era un chiste, pero también mostrando que no pasa nada. A mí me pica ahora hacer un trabajo de estos temas. Es una cosa que ya se le vuelve a uno una necesidad hablarlo. La Chunga de Mario Vargas Llosa que es sobre una homosexual, cuando yo leí el texto me encantó el tema, me pareció muy interesante, pero el lenguaje de Vargas Llosa se queda en la visión machista, del voyerismo, del espectáculo. Muy machista ese texto. Pero me gustó la idea. Tenemos que hacer una obra que le conteste a eso, montar por ejemplo esa obra al contrario de como él la pensó. Desde hace como 2 ó 3 años tenemos esas ganas. Si ya estamos tan estigmatizadas como "lesbianas," ¡pues hagamos la obra para darles de qué hablar!
MRC: ¿Qué pasaría si una dramaturga se declara gay y escribe una obra sobre una relación entre mujeres?
PR: Yo no sé lo que pasaría pero me encantaría que pasara. ¡Pero aquí en Colombia estamos tan atrasados, que todavía el Congreso está discutiendo si los profesores gay pueden enseñar! Por ese tipo de cosa tuve una época en que no quería volver a Cali ni al país.
MRC: ¿Quisieras irte ahora?
PR: No, ahora no. Yo siento una responsabilidad de la vida con La Máscara. Hay muchas cosas por hacer, y tengo muchas ganas…
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